La Santería: Una religión de adivinación, magia y sacrificio de animales

Por: Dr. Donald T. Moore 

El Tribunal Supremo de los E.U. derogó una ordenanza de un pueblo en el estado de Florida que prohibía el sacrificio de animales y por lo tanto dio el visto bueno a esta práctica. La secta conocida como la Santería así ganó una victoria para sus ritos.

Pero ¿qué es la santería? Es una religión afro-caribeña que combina aspectos animistas y panteístas con la adoración de los antepasados y el catolicismo cubano. Es una religión sincretista que mezcla la creencia en los orichas o los dioses del panteón yoruba, un pueblo al suroeste de Nigeria, con los santos católicos. A veces se identifica como la religión de los orichasi. Contiene un gran número de mitos, cuentos o leyendas (patakí) que dan razón de ser de muchos de sus ceremonias y costumbres y las hace más comprensibles. Aunque existen más de 400 divinidades de las cuales se adoran a dieciséis activamenteii, los que forman la base principal son Obatalá, Ochún, Yemayá, Oyá, Changó y los Guerreros que son Elewá, Ogún, Ochosi y Ozún. Alrededor de estos orichas que son a su vez deidades y santos se celebran ritos de iniciación, adivinación y magia.

En esencia la santería es una religión adivinatoria que ofrece al creyente los medios para tener acceso al conocimiento del mundo y a las fuentes principales de poder. A su vez practica la magia imitativa con preceptos positivos y negativos. Reclama enfáticamente que no practica la magia negra, solamente la blanca. La santería adora a Olofi, que también se le llama a Olodumare y Olorun, el Dios Todopoderoso y el Ser Supremo, y a los orichas en las fuerzas de la naturaleza donde se manifiesta la voluntad de Dios. La meta central del santero es adorar a los santos (orichas), observar sus fiestas, obedecer sus órdenes y llevar a cabo sus ritos. A cambio de una sumisión total, se le promete poderes sobrenaturales y protección de lo malo. Eso incluye el bienestar, la salud, influencia, puestos, la posibilidad de prever el futuro y modificarlo y las otras cosas que el ser humano busca.

¿Cómo surgió la santería? Cuando los colonizadores adquirieron miles de yorubas para esclavos en Cuba, Brasil, Haití y Trinidad, estos se aferraron a sus prácticas religiosas, mezclándolas con otras tradiciones africanas y ajustando su religión al nuevo medio ambiente del Nuevo Mundo. Debido a la persecución católica cubana, no las podían practicar abiertamente. Por lo tanto, asimilaron los símbolos de la Iglesia Católica Romana, la única iglesia legal en Cuba. Conforme a las semejanzas de los santos católicos a sus dioses, les dieron nombres yorubas, al adoptarlos a su fe tradicional. De manera que cuando celebraron sus rituales daba la apariencia de una adoración católica, pero en realidad en forma clandestina seguían adorando a los orichas yorubas. Por supuesto, este proceso de convivencia y adaptación a través de varios siglos modificó también las prácticas yorubas de Nigeriaiii combinándolas con los de otros países africanos. Con el éxodo y exilio en masa de Cuba después de 1959 se ha extendido esta fe en los orichas y sus prácticas a Puerto Ricoiv y a los distintos lugares en los E.U. tales como Miami, Nueva York, New Jersey, Chicago y Los Angeles y a varios países de América hispana como Panamá, Venezuela, México y la República Dominicana.

Sus deidades 

Para el santero, la persona iniciada en la religión de los orichas, las deidades son entidades sobrenaturales y emanaciones de Olofi, el Dios Creador de los seres humanos y de los otros santos. Las divinidades tienen dos aspectos, uno de los cuales es el control de una variedad de esfuerzos, empeños e intereses humanos y el otro es la representación de diferentes elementos o fuerzas de la naturaleza. Algunos de los diez-y-seis principales que se adoran son las siguientes: 

  • Obatalá, representado por el santo católico de la Virgen de las Mercedes, es el padre de los orichas, el patrón de la paz y la pureza.
  • Orunla, también conocido como Ifá y Orúnmila, es el patrón de los sacerdotes (babalawos) y el principal adivino del panteón yoruba. Es representado por el santo católico de San Francisco de Asís.
  • Yemayá, la patrona de los mares y de la maternidad por ser la primera madre de la humanidad, es madre de catorce de los más importantes orichas, incluyendo a Changó. Suele ser representada por la Virgen de Regla.
  • Ochún, la hermana menor de Yemayá y la pródiga dueña del amor, del matrimonio, del oro y de los ríos, es la concubina favorita de Changó. Se le representa como la Virgen de la Caridad del Cobre, la patrona de Cuba.
  • Oyá, la reina de los muertos, dueña de la llama (fuego) y patrona del cementerio, es una de las queridas favoritas de Changó y esta hija de Yemayá suele ser representada por Santa Teresa y la Virgen de la Candelaria. Se conoce en Puerto Rico como la tierra de Oyá.
  • Changó, la divinidad de la virilidad, el patrón del fuego, el relámpago y el trueno, proporciona victoria sobre los enemigos y toda dificultad. Se le representa a este hijo de Yemayá con la imagen de Santa Bárbara. Cometió incesto con su madre y tenía otras tres mujeres incluyendo a Ochún y a Oyá.

Cuatro deidades forman el grupo identificado como los Guerreros. Son Elewá (Elegua, Eleguá o Elegguá), Ogún, Ochosi y Ozún.

Elewá es el guardián de las puertas, incluso la de los muertos, y el mensajero de Olofi y de los otros orichas. Sin él nada se puede lograr. Es la deidad principal de la adivinación del santero. Suele ser representado por los santos católicos de San Antonio y el Niño de Praga o de Atocha. Además, se le representa con otra imagen: una piedra que tenga forma de cabeza y que con frecuencia se encuentra detrás de una puerta de la casa.

Ogún, un hijo de Yemayá representado por la imagen de San Pedro, es el patrón de los metales y de toda persona que trabaja.

Ochosi, el hijo de Yemayá representado por la imagen de San Norberto, es el patrón de los cazadores.

Ozún, el oricha que siempre acompaña a Elewá, advierte a los santeros cuando se aproxima el peligro. Su representación es la imagen de San Juan Bautista.

Además de los santos católicos para simbolizar a las divinidades, se representan a todos los orichas por “los fundamentos y secretos del santo”. Estos fundamentos son un conjunto de una o más piedras (otanes) recogidas para la iniciación (“asiento”), dieciséis (diloggun) y diversos atributos que son pequeñas figuras y objetos que representan los poderes y características de la deidad. Las piedras consagradas, que se conservan en grandes soperas del color del oricha, sirven para obtener una serie de beneficios, para protegerse de los infortunios y malas influencias que les asechan. Están imbuídas de ashé que quiere decir que están hechas de energía cósmica como todas las demás cosas en el universo. Estas piedras son la representación más fundamental del oricha y se las trata como seres vivos bañándolas con líquidos sagrados refrescantes hechos de plantas, limpiándolas, frotándolas con aceite y alimentándolas con la sangre de los animales del oricha. Al convertirse en la divinidad, las piedras como habitaciones de los orichas cobran personalidad, adquieren el poder (ashé) del dios o del espíritu que se fija en él. Se usan las caracoles para la adivinación. El iniciado los conserva en su casa junto a las deidades en vez de en un templo especial. Además, muchos de sus ritos se llevan a cabo en las propias casas de los feligreses.

Los collares de cuentas (eleke) del color característico de cada oricha son otro símbolo muy importante. Los colores de los orichas irradian ashé. Cuando ostentan el color de un oricha, evidencia la veneración que se le profesa, y el color protege a su adorador al desviar la agresión de la brujería que se intenta lanzarle. Así resguardan a sus hijos con sus colores.

Las iniciaciones 

Existen dos caminos de progresión en la jerarquía de poder y prestigio que es esencialmente un proceso ritual de once categorías, desde el no creyente hasta convertirse en un elevado grado de conocimiento y protecciónv, en un omókoloba (uno que haya recibido a Olofi). Los diversos rituales facilitan un mayor poder y conocimiento. Los no creyentes carecen del poder que genera esta religión y por lo tanto, la protección adecuada contra el mal. En los dos caminos hay que recibir a los Guerreros aunque los demás pasos varían; en uno hay ocho pasos y en el otro hay cincovi.

Con frecuencia se refiere a la iniciación con el nombre de “asiento” que significa contrato y obligación. Es un contrato en el cual el oricha conviene en proteger a su hijo, y éste en servirlo, pues es su obligación. También se usa la expresión de “hacer el santo” para referirse a la iniciación.

El proceso de iniciación es largo, complicado y costosovii. Consta de varias fases y varia según el oricha. Primero hay que determinar cuál de los orichas corresponde a la persona que busca ayuda. Por medio de la adivinación se determina esto y un santero, ya iniciado, puede hacer esto o para más certeza un sacerdoteviii (babalawo). Empieza con el recibimiento de los collares y termina con el “asiento”. La ceremonia de imposición de cinco collares de diversos colores correspondientes a cinco orichas consta el primer paso. Los preparativos para la iniciación incluyen un baño especial y el vestirse de ropa blanca como símbolo de una nueva vida. A veces las aguas del baño de purificación simbolizan el líquido amniótico en el cual se encuentra una criatura antes de nacer. En la iniciación se le asigna formalmente a un oricha que también se identifica como el “ángel de la guarda”, que designa al dios protector y cuidador del iniciado. Incluye ceremonia de sacrificios de animales, una adivinación en cuanto al futuro del iniciado y un año de obediencia a ciertas tabúes y restricciones. Durante este primer año es necesario obedecer a ciertas prohibiciones sobre el vestido, las relaciones sexuales, la comida y la vida diaria durante todo este tiempo.

Debe sacrificar animales en la iniciación, pues “no hay nacimiento sin sangre”. Se cree que en la iniciación uno nace a una vida nueva. Al final se le considera al iniciado un hijo (omo) de su oricha, pues durante la ceremonia se simboliza una nueva realidad: el iniciado ha nacido de nuevo.

Para muchos santeros esta iniciación es solamente la primera de una serie de ceremonias que le lleva a comprometerse más con los orichas, pues esta relación con los orichas puede extenderse a incluir a varios. Al “hacer el santo” le abre el paso para uno de dos caminos, el camino del santo abierto para todos los hombres y mujeres y el de Orula (Orúnla, Orúnmila o Ifá) abierto sólo a los hombres que serán sacerdotes (babalawos).

No solamente durante la ceremonia de la iniciación sino durante diferentes ceremonias se logra a través de los tambores y ciertas danzas un estado alterado de conciencia conocido como trance o posesión. Se describe como el momento cuando “baja el santo” o que el iniciado tiene “el santo montado” que da énfasis en la acción del oricha al descender y montar la cabeza del santero. Esta frase señala el control del oricha sobre los movimientos frenéticos y los gestos de la persona, los cuales hace posible la identificación del oricha.

En otras ocasiones la sangre de los animales sacrificados, o se derrama directamente sobre las piedras (otanes) de las divinidades, o los orichas la toman directamente por la boca de sus hijos cuando están poseídos por ellos. A veces cuando un santero está poseído (“montado”) por un oricha, éste bebe la sangre que sale de la vena juglar después de quitar la cabeza del animal sacrificado.

Las prácticas adivinatorias 

Debido a su fe en la reencarnación, creen que dentro de ciertas limitaciones es posible escoger el tipo de destino en la próxima vida antes de nacer. A la vez esto implica que hay una serie de cosas predeterminadas en la vida, tales como carácter, ocupación, pobreza o riqueza, inteligencia, suerte o desdicha y duración de vida. Así que aunque no es posible cambiar el destino en sí, uno puede empeorarlo al quebrantar una prohibición o tabú de su oricha, desobedecer una deidad o algún trabajo de brujería que no haya podido vencer puede alterarlo. Así cobra valor las ceremonias adivinatorias, pues por medio de ellas se recibe valiosos consejos que les permiten a que ese destino sea lo menos honroso o a que sea mucho mejor por tener menos problemas y recibir los mayores beneficios posibles. Para ayudar en estas situaciones, la adivinación juega un papel crucial, porque las influencias negativas pueden ser corregidas o mejoradas cuando se descubre el porqué y el origen de ellas al obedecer las instrucciones señaladas por la adivinación. Así que no sólo descubre las razones espirituales para los innumerables problemas y situaciones difíciles de la vida ordinaria, tales como la salud, el amor y el dinero, sino se informa la manera de resolverlos. Además las experiencias de los orichas en la mitología ofrece modelos de acción de la cual se saca provecho.

Los funcionarios religiosos más característicos de los rituales de adoración son el babalawo y el santero. Sus respectivos instrumentos ordinarios de adivinación son el opele y el diloggun o caracol. Debido a que en la vida uno confronta muchos problemas y situaciones difíciles, se necesita la orientación de Olofi, la deidad suprema, quien habla a través de los sistemas de adivinación. Al obedecer a las indicadas ceremonias de adoración o veneración a una deidad, uno puede esperar el éxito. La gran mayoría de las ceremonias dependen del procedimiento adivinatorio del opele y el caracol para que puedan llevarse a cabo, aunque hay tres ceremonias que no dependen de estos. Las ceremonias que sí dependen de la adivinación incluyen el recibimiento de los collares, las iniciaciones, los baños lustrales, los sacrificios de animales de dos y cuatro patas y las ofrendas de vegetales, frutas, dulces y las lámparas a una entidad sobrenatural y la participación en una Misa Católica o espiritual.

Con frecuencia se interroga el obi y el diloggun para conocer la voluntad de los dioses, complacerlos o reparar a tiempo la negligencia o el error que se ha cometido contra ellos. Así tiene carácter propiciatorio, preventivo o reparatorio. El uso del coco (obi), la herramienta básica de su sistema adivinatorio, se limita a contestar negativa o afirmativamente las preguntas que se les hace en un registro sobre asuntos que no son de gran envergadura. Un devoto sin estar necesariamente iniciado (“asentado”) puede hacer uso del coco, el método de adivinación muy corriente y expedito. A todo creyente le está permitido consultar sus asuntos con el coco, el cual contesta según la posición en que cae. Los que auguran favorablemente muestran o presentan la pulpa y los que “dicen no”, la corteza. Los santeros lo usan en sus ceremonias principales para adivinar el futuro de alguien y para determinar si a la divinidad le gusta cierta ofrenda.

Normalmente el opele consiste de ocho pedazos de coco de tres a cinco pulgadas en diámetro insertados en una cadena. “El babalawo toma la cadena por el medio (cuatro pedazos de cada lado) y la tira al suelo en la dirección opuesta a donde él se encuentra. Cada mitad del opele debe caer en el suelo en posición paralela a la otra” (Sánchez, 48). En total hay dieciséis formas posibles en las cuales cada mitad puede caer. Conforme a como caen, se procede a darle la interpretación de acuerdo a un conjunto de versos (caminos; patakies) y otros factores. Se tira una serie de veces para averiguar por dónde le viene lo bueno o malo; se va preguntando por una lista de posibilidades. Cuando se descubre la deidad que esté protegiendo a la persona, se procede a averiguar el tipo de ritual aceptable para dicha deidad. Después de conocer los detalles de tres oduns de la persona, su estado y la deidad que la defiende, es necesario proceder a aclarar lo que debe hacerse para apartar el mal y acercar el bien (Sánchez, 59). Luego de determinar el tipo de ritual que se ha de utilizar, es necesario especificar la clase de ingredientes a usarse. Un registro normal por lo general tiene validez por un período aproximado de dos a tres meses cuando no envuelve una situación riesgosa o peligrosa.

Otros instrumentos para adivinar son los caracoles (diloggun). El número de caracoles que se usan son dieciséis y sirven de boca para la deidad, pues por medio de estos los orichas responden a las preguntas. El caracol de Elewá es el que se utiliza corrientemente y en este caso hay cinco piezas adicionales disponibles para un total de veintiuno. Elewá es el intérprete de las soluciones ofrecidas por las deidades sobrenaturales a las necesidades de los mortales que acuden a un registro con caracol. Aunque se usan los caracoles de otras deidades para adivinar, se limita su uso a ocasiones poco frecuentes en la vida del creyente. El procedimiento adivinatorio del caracol es muy parecido al usado en el opele. Se usa una letanía de invocaciones para comunicar con la deidad superior, “se pide permiso al ángel de la guarda del consultado, se tira el caracol tres veces para sacar una letra principal y dos secundarias, se usan las cinco piezas adicionales del caracol para por medio de contestaciones de sí o no, averiguar” si a la persona le va bien o mal, “por mano de quién lo está, qué santo le protege y qué debe hacer para que se aclare su camino” (Sánchez, 62).

Además hay otros instrumentos de adivinación tal como los ikines, compuestos de dieciséis semillas de pala y kolá. Pero su uso es mucho menos frecuente.

El sacrificio de animales 

El sacrificio es fundamental en el culto a los orichas, pues piden y agradecen este alimento. Para garantizar su eficacia hay que ceñirse a la tradición y la técnica del sacrificio.

La sangre de los animales no debe faltar en las ceremonias más importantes y cada divinidad tiene sus sacrificios favoritos que sirven de alimento para el oricha, pues no es un ser todopoderoso. Por eso el sacrificio le brinda la energía cósmica vital (ashé). Un oricha puede tener preferencia para el chivo, el carnero, el cerdo, el pez, la oveja o la tortuga mientras que a otro le gustan las aves tales como las gallinas blancas o negras, las palomas, los pollos, el gallo, la guinea, el codorniz, el ganso, el pavo o los patos. Además hay ofrendas que no envuelven la sangre tales como la miel, la fruta o el vegetal como el frijol negro cocido y el arroz.

Los orichas – materializados en sus piedras, con los caracoles e ilekes – no consumen la carne de los animales sacrificados, sino el ashé que contiene la sangre, la cual se derrama sobre los fundamentos de los santos y las cabezas de los iniciados. Se libera esta energía en virtud de la consagración por medio de las palabras sagradas en yoruba en las invocaciones. La sangre acrecienta las energías de los dioses. Los mantiene potentes, eficientes y satisfechos de sus adoradores. De esta manera el oricha se alimenta y también se beneficia al santero. Hay que tener en cuenta que para la Santería sin sacrificios no hay salvación ni prosperidad ni seguridad. Además, los dioses no pueden prescindir de la sangre de los sacrificios, porque aumentan sus energías. ¡Los orichas tienen que alimentarse! A la vez la sangre beneficia al que la ofrece y a los que participan en el sacrificio, pues les infunde nuevas fuerzas y vitalidad (ashé). Así aumenta sus energías y defensas naturales. Mediante el sacrificio se comulga y se estrecha la unión con los orichas, y los mismos beneficios alcanzan los que asisten a la matanza impregnándose de la esencia sagrada y poderosa de la sangre que es “vida de la vida”.

Existen otras razones para el sacrificio de animales. A veces en la historia ha sido un medio de obtener el perdón de algún oricha. Se hace además en ocasiones para evitar a que la furia del creador se descargue sobre los seres humanos. En el ritual de la iniciación la sangre suele simbolizar a veces el nuevo nacimiento del iniciado. En otras ocasiones su propósito es suplicatorio; tiene el fin de obtener un favor o un beneficio de algún oricha. A veces tiene el propósito de librarse de la mala influencia de un trabajo de hechicería, tal vez una enfermedad o aun la muerte. Además suele usarse para una limpieza, una purificación o un despojo para recoger las enviaciones de espíritus de poca elevación moral. Por último en algunos rituales los animales simbolizan factores negativos o la muerte que adhieren a esos animales y que se alejan de uno (Sánchez, pág. 36).

A su vez los santeros aprovechan de varios argumentos para justificar este sacrificio de animales. Afirman que desde la creación todo pacto entre Dios y el hombre ha sido ratificado por la sangre animal. Se necesita la víctima como prueba de la intención del hombre de honrar el pacto. La misma sangre representa la energía de la cual todas las cosas fueron creadas. Ofrecer sangre a la deidad es darle un regalo de energía pura que puede ser usada otra vez en la creación. Tanto la sangre de los animales sacrificados como las velas y las ofrendas de comida se dan a los orichas, y a través de estos al dios creador Olofi. De esta manera las ofrendas de diferentes clases de energía sirven para rellenar los poderes de los orichas. Ni los orichas ni los muertos antepasados “comen” la sangre o la comida, más bien absorben las energías de estas ofrendas. Es igual para las velas. De las tres clases de ofrendas, la sangre es la más importante y la indispensable debido a que su energía es una viviente, de la cual el “mundo espiritual” se forma y se nutre. Por esta razón, concluyen los santeros, Dios siempre ha demandado del hombre un sacrificio de sangre para la ratificación de cada pacto. Como ejemplo de un sacrificio máximo está la muerte de Cristo en la cruz para establecer el nuevo pacto.

Para la Santería la sangre de los animales sacrificados pertenece a los orichas y por lo tanto al dios creador Olofi. Se trata de un derecho divino. La matanza de los animales no se trata de algo sin sentido sino se lleva a cabo en ceremonias celebradas con gran seriedad y con mucho respeto y sólo personas entrenadas por medio de los ritos iniciatorios apropiados lo llevan a caboix.

Además los santeros justifican este ritual refiriéndose a la Biblia que, según ellos, está repleto de ejemplos de sacrificio de animales a Dios de parte de los Israelitas. Aun Abraham estaba dispuesto a sacrificar a su único hijo para complacer a su Dios. En el libro de Levítico Dios instruyó a Moisés cómo ofrecer el holocausto (Lev. 1:5). Al fin de la construcción del tabernáculo los doce príncipes representando los doce tribus de Israel trajeron sus ofrendas a Jehová y estas incluían el sacrificio de veinte animales (Nú. 7:11-17). Aun cuando María dio luz a Jesús y no podría llevar al templo el cordero requerido, llevó dos palomas al sacerdote, una para el holocausto y la otra para la ofrenda de paz (Lu. 2:22-24) en cumplimiento a Lev. 12. Jesús mismo subrayó la importancia de la sangre del sacrificio durante la última cena al identificar la copa como la sangre del nuevo pacto. Según el catolicismo se repite este sacrificio incruento continuamente en la misa.

Argumentan también que algunos rabinos en la actualidad han conseguido permisos especiales para el sacrificio de animales que sus feligreses consumen. Se matan estos animales según las leyes Mosaicas. Tal es el caso de los ritos de purificación de “Kepuroth” que los judíos “Hassidic” observan en la víspera del “Yom Kippur” que culmina con la matanza de cientos de aves. Además los musulmanes siguen las leyes de salud en el sacrificio de sus animales.

En la Santería los santeros y sus familias comen la mayor parte de los animales. Creen que esta carne, consagrada a los orichas, es beneficiosa para la salud de los que la saborean, pues tiene grandes poderes sanadores. Por lo tanto, se consideran afortunados cuando la comen. No obstante, cuando se sacrifica al animal en un ritual de purificación, creen que el animal ha absorbido los problemas, los peligros y las vibraciones negativas de la persona que recibió este despojo. Por consiguiente nunca comen esta carne sino se elimina conforme a las instrucciones de cierto oricha.

Además, el argumento basado en la reencarnación hace claro que el sacrificio de los animales para una causa espiritual adelantará grandemente su evolución espiritual.

También se arguyen de que si se matan millones de animales cada día para el consumo humano, ¿por qué los orichas no pueden beneficiarse de unos cuantos? Además, cuando se matan en un matadero, los animales sufren más que en el rito santero, pues debido al respeto por las deidades, consideran los animales sagrados para los orichas y los sacrifican con rapidez y con gentileza. Sufren mucho menos así que en los mataderos. También en ciertas ocasiones el sacrificio de una ave conforme a la instrucción de un oricha puede salvar la vida de muchas personas.

Finalmente, puesto que todo en la naturaleza está repleto de fuerza energética (ashé) o vida, cuando se le da parte de esta energía a los orichas, el que se los ofrece recibe en cambio mil veces en la forma que se prefiere. Es indispensable darse cuenta de que la sangre tiene la mayor concentración de energía, aunque también las velas dan mucha debido a la cera que tienen, y los cigarros sueltan mucha también. La deidad a quien se dedica absorbe esta energía (González Wippler, 173-185).

Los espíritus de los antepasados muertos 

Uno de los aspectos muy importantes es el culto y la veneración de los antepasados muertos. Sus raíces se encuentran en la creencia en que los orichas también vivieron y murieron, pero ahora son simplemente otro aspecto de la misma fuerza sobrenatural. Los muertosxiii son algo fundamental para la Santería, pues al propiciarlos primero se abren las puertas que conducen a los orichas. A los muertos se tiene que dar su especial reconocimiento al pagar sus derechos, evocarlos, rezar a ellos y alimentarlos. Los muertos dependen de los vivos para mantenerse y no penar desfallecido en las tinieblas del otro mundo. De vez en cuando es preciso hacerles sacrificios para darles de comer. A veces se preparan objetos como un palo adornado por cintas y cascabeles que los representa. Ese palo se coloca en el baño (González Wippler, pág. 160-172).

Toda ceremonia, incluso la imposición de los collares, comienza con una reverencia a los muertos que se extiende hasta los antepasados más remotos. Se cree que los difuntos pueden intervenir en sus vidas, protegerlos o importunarlos. Por eso, es necesario adular y propiciarse a ellos y por los mismos motivos que se procura ganarse el favor de los orichas. Cuando los muertos se sienten queridos y reciben las atenciones, velan por los creyentes en esta religión. Los santeros creen que tienen que ponerse en guardia contra las almas en pena, “espíritus oscuros”, errantes y mal intencionados, pues los muertos son más fuertes que los vivos. Por eso es indispensable la invocación a los antepasados y a los dioses y la recitación de las oraciones que se le rezan a los muertos.

En cierta ceremonia se sacrifica a los muertos un animal de cuatro patas, normalmente un cerdo. Durante el sacrificio los presentes cantan y rezan en yoruba a todos los muertos, comenzando por los principales santeros difuntos. Como en todos los sacrificios de los animales, se separa la cabeza del cerdo de su cuerpo, colocándola en un plato blanco. Se pone la cabeza junto con la sangre del animal debajo del altar donde los muertos pueden alimentarse. Más tarde la llevan al cementerio o a un bosque.

A veces se recomienda el rezo constante a los muertos de la familia de uno. Esto puede incluir prender una vela a todos y en algunos casos se colocan un pequeño vaso de agua y otro de café al lado de una lámpara como evidencia del respeto y el amor que se les tiene.

Los enfoques racionalista y realista 

Existen dos enfoques principales en nuestra sociedad hacia los fenómenos y las manifestaciones sobrenaturales del ultratumba. El enfoque racionalista insiste que todo está en la mente del ser humano y no existe realidad externa a ella. Para esta postura las anécdotas, las experiencias y testimonios no cuentan como evidencia firme, pues se puede engañar a los cinco sentidos. Así que las experiencias de los creyentes en la Santería no tienen que ver con un mundo real externo al ser humano, sino puede ser de su propia creación o imaginación.

El método cien


Published November 6, 2017