Apóstoles y profetas mormones

Robert M. Bowman Jr.

Gerente del Depto. de Evangelización, Apologética y Religiones del

Mundo

Una de las premisas básicas utilizadas para justificar la existencia de la

Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (LDS) es que la falta

de apóstoles y profetas en las denominaciones cristianas prueba que éstas son

apóstatas. Los mormones creen que Cristo necesitaba “restaurar” la verdadera

iglesia en la Tierra mediante la reinstauración de los apóstoles y profetas que

guían el sistema jerárquico terrenal (utilizando en primer lugar a Joseph

Smith, el fundador de la Iglesia LDS). Si ellos tuvieran la razón en el sentido

de que la verdadera iglesia no puede funcionar adecuada o correctamente sin

apóstoles y profetas vivos, tendríamos que tomar seriamente su declaración de

que dichos ministerios fueron restaurados a través de Joseph Smith.  Por

otro lado, si tenemos buenas razones para negar que la iglesia debe de

funcionar de lo más alto hacia abajo, guiada por los apóstoles y profetas,

podemos desmentir su alegato de ser la verdadera iglesia, ya que dicho alegato

se apoya en una falsa premisa.

El Nuevo Testamento habla de los apóstoles como una primera generación, un

ministerio fundador solamente (Ef. 2:20; 3:5; Hb. 2:3-4; 2 P 3:2; Jd. 17). El

peligro que la iglesia habría de enfrentar después de la muerte de los

apóstoles originales no era la falta de apóstoles o profetas, sino las

enseñanzas de los falsos apóstoles y profetas. Por esta razón, tanto Jesús como

sus apóstoles hicieron repetidas advertencias acerca de los falsos profetas y

apóstoles (Mt. 7:15; 24:11, 24; Mc. 13:22; 2 Cor. 11:13-15; 2 P 2:1; 1 Jn.

4:1-6; Ap. 2:2; 16:13; 19:20; 20:10), pero jamás volvieron a expresar

preocupación de que la iglesia perdiera el camino por una falta de apóstoles y

profetas verdaderos. Además, el Nuevo Testamento no establece ninguna política

de jerarquía eclesiástica mundial que debiera seguirse tras la partida de los

apóstoles.

Por lo tanto, el Nuevo Testamento no enseña que la iglesia deba funcionar de

arriba a abajo después de la partida de los apóstoles del siglo I. Lo que sí se

encuentra, por ejemplo en 2 Timoteo 2:2, es el principio de “cambio de guardia”

después de la partida de los apóstoles -que hombres fieles debían enseñar a

otros a servir fielmente como ellos lo habían hecho. Esta descripción de la

forma en que debe perpetuarse la fe no es ningún modelo de gobierno eclesial

vertical, descendente y autoritario. El modelo es “horizontal”, de cristianos

experimentados que enseñan a los inexpertos, quienes a su vez enseñarán a la

siguiente generación de líderes cristianos.

Veamos más detenidamente los últimos escritos del Nuevo Testamento, empezando

por las instrucciones de Pablo a Timoteo y Tito (en las últimas cartas

inspiradas que escribió). Los falsos maestros de Efeso debían ser reprendidos

porque enseñaban tonterías (1 Tm 1:3-7), no porque carecieran del

reconocimiento de los líderes. Tanto los supervisores (“obispos”, en la Biblia

del Rey Jacobo) como los diáconos debían ser personas irreprochables desde el

punto de vista ético y espiritual (1 Tim. 3:1-13). El enfoque está en asignar

esos puestos a cristianos maduros, y nada se dice acerca de recibir

credenciales de una organización religiosa jerárquica. Del mismo modo, Pablo

dice a Tito que designe hombres irreprochables para el cargo de ancianos (Tit.

1:5-9); pero no que actúe como agente de una jerarquía religiosa autoritaria.

El punto crucial está en el establecimiento de la iglesia en Creta con líderes

devotos y de fe sana, y no con líderes judaizantes cuyas enseñanzas desviaban a

la gente (Tit. 1:10-16).

Ni Pablo ni los otros apóstoles establecen ninguna disposición aquí, ni en

ninguna otra parte del Nuevo Testamento, para que una sucesión de apóstoles o

profetas guíe la iglesia de arriba hacia abajo. La apostasía que se avecinaba

no sería completa por la falta de profetas supuestamente esenciales, sino

parcial por la caída de algunos (como Pablo lo dice explícitamente) que

prestaron atención a profetas inspirados por “espíritus mentirosos” o

“demonios” (1 Tm. 4:1). En tiempos difíciles, cuando mucha gente profesó la fe

sin practicarla en la vida real, la solución no fue reiniciar la iglesia con

nuevos apóstoles y profetas, sino continuar basando las enseñanzas y la vida en

las Escrituras (2 Tim. 3:1-17).

Si examinamos otros escritos apostólicos concernientes al periodo de los

apóstoles que pasaba, e incluso algunos de ellos habían muerto ya, encontramos

el mismo patrón. En sus últimas instrucciones a la iglesia, Pedro advirtió que

así como en el pasado surgían falsos profetas de entre la gente, surgirían

falsos maestros entre los creyentes (2 P 2:1). Pedro nunca menciona que la

iglesia estuviese languideciendo y provocando una apostasía general debida a la

falta de apóstoles o profetas. Tampoco sugiere que la iglesia dejará de

existir. En lugar de ello, después de hablar detalladamente sobre el juicio

divino que espera a los falsos profetas y maestros (2 P 2:1-22), Pedro anima a

sus lectores cristianos a recordar las enseñanzas de los verdaderos profetas,

en lo que llamamos Antiguo Testamento, y las enseñanzas de Cristo a través de

sus apóstoles, las cuales hemos preservado en el Nuevo Testamento (2 P. 3:1-2).

Note que Pedro no dice que los cristianos necesiten la guía de profetas y

apóstoles vivos. No; dice que necesitan recordar lo que los profetas y

apóstoles dijeron.

A continuación Pedro advierte a los cristianos que oirán a escépticos burlarse

de la fe cristiana porque el regreso de Cristo y el Día del Juicio que ellos

anuncian no habrán tenido lugar aún (2 P. 3:3-10). Estos comentarios de Pedro

presuponen que los verdaderos cristianos continuarían siendo fieles mucho

después de la partida de los apóstoles (y por lo tanto podrían beneficiarse de

la enseñanza de Pedro). Los anima a vivir devotamente hasta el regreso de

Cristo (2 P 3:11-14), presuponiendo también que los creyentes devotos

continuarán siguiendo las enseñanzas apostólicas hasta el regreso de Cristo.

Les habla también sobre ser diligentes en el seguimiento de las enseñanzas de

las Escrituras, incluyendo las del apóstol Pablo (2 P. 3:15-16a). Es verdad que

algunas de las cosas que Pablo escribió son difíciles de entender, pero los

cristianos deben cuidarse de los inestables e incapacitados que distorsionan

sus enseñanzas y las del resto de las escrituras (2 P. 3:16b). Los cristianos

deben cuidarse de no ser arrastrados por los falsos maestros, no mediante la

búsqueda de alguna organización religiosa autoritaria o alguna jerarquía

apostólica restaurada que los guíe, sino creciendo en la gracia y el

conocimiento de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 P. 3:17-18).

Las enseñanzas que el apóstol Judas da en su corta epístola son paralelas a las

del apóstol Pedro en 2 Pedro 2-3. Judas anima a sus lectores cristianos a

“seguir luchando vigorosamente por la fe encomendada de una vez por todas a los

santos” (Judas 3). Deben luchar contra los falsos maestros que distorsionan el

evangelio, gente cuyo juicio es tan seguro como el de Egipto, Sodoma y Gomorra,

Caín y Coré (Judas 4-16). Para evitar caer en tal error, Judas nos dice:

“recuerden el mensaje anunciado anteriormente por los apóstoles de Nuestro

Señor Jesucristo”. Mientras esperan el retorno de Cristo, ellos deben

edificarse en la fe y ser agentes de la misericordia de Dios hacia los demás

(Judas 18-23).

Tanto Pedro como Judas, entonces, son muy claros: El día de los apóstoles está

pasando; la iglesia será zarandeada por falsos profetas y falsos maestros, pero

continuará existiendo hasta el retorno de Cristo. La iglesia debe rechazar las

falsas enseñanzas adhiriéndose a las enseñanzas de las Escrituras, que son las

revelaciones dadas por medio de los profetas y apóstoles y preservadas hasta

nuestros días. Nada sugiere que la iglesia necesite apóstoles y profetas vivos

para funcionar adecuadamente, o que tales puestos vayan a ser renovados para

reconstituir la iglesia en el futuro. No se establece o menciona ninguna

disposición relacionada con el establecimiento de una administración jerárquica

descendente de la iglesia post apostólica. En lugar de eso, se advierte a los

cristianos acerca de los falsos profetas y maestros, y se les anima a adherirse

a las Escrituras y a crecer en su relación con Jesucristo, prometiéndoles que

de hacerlo así lograrán llegar al final de la era, cuando Cristo regrese para

consumar su salvación.

La afirmación de que la iglesia sólo puede existir o estar debidamente

constituida o administrada si está estructurada como una jerarquía con

apóstoles y profetas en la punta, es falsa. No sólo no se enseña en el Nuevo

Testamento, las epístolas escritas hacia el final de la era apostólica dejan

muy claro que los apóstoles no esperaban que sus puestos se perpetuaran, y que

no veían la iglesia post apostólica como una estructura jerárquica religiosa.

Su enfoque para la elección de líderes después de la partida de los apóstoles

no se concentraría en estructuras de poder eclesiástico, sino en la fidelidad

doctrinal, espiritual y ética a las enseñanzas de las Escrituras (Antiguo y

Nuevo Testamentos). Es con base en esta norma que los cristianos ortodoxos

rechazan la afirmación de la Iglesia LDS de ser la única iglesia verdadera.

 


Published July 26, 2007