Diseño Inteligente

Por William A. Dembski

El diseño inteligente (DI) es una teoría que estudia la presencia de patrones

en la naturaleza, los cuales puedan explicarse mejor si se atribuyen a alguna

inteligencia. ¿Es esa señal de radio proveniente del espacio exterior, un ruido

aleatorio, o es producida por inteligencia extraterrestre? ¿Es ese pedazo de

piedra sólo eso o es una punta de flecha? ¿Es el Monte Rushmore el resultado de

la erosión o es la obra creativa de algún artista? Todo el tiempo nos hacemos

este tipo de preguntas, y pensamos que podemos dar buenas respuestas.

Sin embargo, cuando se trata de la biología y la cosmología, los científicos

respingan ante la sola idea de cuestionarse, y mayormente de responder, si eso

implica inclinarse por la idea de que existe un diseño subyacente. Esta

situación sucede sobre todo en la biología. Según el famoso evolucionista

Francisco Ayala, el mayor logro de Darwin fue mostrar cómo podía lograrse la

organizada complejidad de los organismos sin que fuera necesaria una

inteligencia diseñadora. En contraste, el DI pretende encontrar en los sistemas

biológicos patrones que denoten inteligencia. Por lo tanto, el DI desafía

directamente al darvinismo y otros enfoques materialistas sobre el origen y la

evolución de la vida.

La idea del diseño inteligente ha tenido una turbulenta historia

intelectual. El principal desafío que ha enfrentado durante los últimos 200

años ha sido descubrir una formula conceptualmente poderosa que haga avanzar

fructíferamente a la ciencia. Lo que ha mantenido a la idea del diseño fuera de

la principal corriente científica desde que Darwin propuso su teoría de la

evolución, es que carecía de métodos precisos para distinguir los objetos

producidos inteligentemente. Para que la teoría del diseño inteligente pueda

convertirse en un concepto científico fructífero, los científicos necesitan

estar seguros de que pueden determinar con confiabilidad si algo fue

diseñado.

Por ejemplo, Johannes Kepler pensaba que los cráteres de la luna habían sido

diseñados por sus moradores. Hoy sabemos que fueron formados por fuerzas

materiales ciegas (por ejemplo, impactos de meteoritos). Es este miedo a ser

refutada y desbancada lo que ha evitado que la teoría del diseño entre a la

ciencia. Pero los partidarios de la teoría del diseño inteligente argumentan

que ya han formulado métodos precisos para distinguir los objetos diseñados de

los no diseñados. Aseguran que estos métodos les permiten evitar el error de

Kepler e identificar confiablemente el diseño en los sistemas biológicos.

Como teoría de origen y desarrollo biológico, el DI tiene como postulado

central que únicamente causas inteligentes pueden explicar adecuadamente las

complejas estructuras ricas en información estudiadas por la biología, y que

dichas causas son empíricamente detectables. Decir que las causas inteligentes

son empíricamente detectables equivale a decir que existen métodos bien

definidos que, con base en características observables del mundo, pueden

distinguir acertadamente las causas inteligentes de las causas materiales no

dirigidas. Muchas ciencias especiales ya han desarrollado métodos para hacer

esta distinción -principalmente la ciencia forense, la criptografía, la

arqueología y el proyecto de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI, por

sus siglas en inglés). La habilidad de eliminar el azar y la necesidad es

esencial en todas estas metodologías.

El astrónomo Carl Sagan escribió una novela llamada Contacto acerca

del proyecto SETI (más tarde hecha película, con Jodie Foster en el papel

principal). Después de varios años de recibir señales fortuitas de radio

aparentemente sin significado, los investigadores de Contacto descubrieron un

patrón de pulsaciones y pausas que correspondía a la secuencia de todos los

números primos del 2 al 101. (Los números primos son los que sólo pueden

dividirse entre sí mismos y entre 1). Eso llamó su atención e inmediatamente

infirieron la existencia de una inteligencia diseñadora. Cuando la secuencia

empieza con dos pulsaciones, luego una pausa, luego tres pulsaciones, luego una

pausa . . . y continúa así siguiendo toda la secuencia de números primos hasta

el 101, los investigadores deben inferir la presencia de inteligencia

extraterrestre.

¿Por qué? Ninguna de las leyes de la física exige que las señales de radio

tomen una forma u otra, así que la secuencia de números primos es contingente,

más que necesaria. Además, la secuencia de números primos es muy larga y, por

lo tanto, compleja. Note que si la secuencia hubiese carecido de

complejidad, fácilmente podría haber sucedido por casualidad. Finalmente, no

sólo era compleja, sino que también exhibía un patrón o especificación

(no era sólo una secuencia de números, sino una secuencia matemáticamente

importante: la de los números primos).

La inteligencia deja una marca o firma característica -lo que yo llamo

“complejidad especificada” (ver mi libro No Free Lunch). Un evento

exhibe complejidad especificada si es contingente y por lo tanto no necesario;

si es complejo y por lo tanto no fácilmente reproducible por casualidad; y si

es especificado en el sentido de exhibir un patrón dado. Note que un suceso

meramente improbable no es suficiente para eliminar el azar -lance una moneda

al aire por suficiente tiempo y será testigo de un suceso altamente complejo o

improbable. Aun así, no tendrá razones para no atribuirlo a la casualidad.

Lo importante de las especificaciones es que se den objetivamente y no sólo

se impongan a hechos después de que hayan sucedido. Por ejemplo, si un arquero

dispara flechas a una pared, y luego pintamos blancos de tiro alrededor de las

puntas, imponemos un patrón después del hecho. Por otro lado, si los objetivos

se establecen por adelantado (son “especificados”), y luego el arquero da en

ellos con precisión, sabemos que se hizo por diseño.

Al tratar de determinar si los organismos biológicos exhiben complejidad

especificada, los defensores de la teoría del diseño inteligente se enfocan en

sistemas identificables -tales como enzimas individuales, caminos metabólicos,

máquinas moleculares y cosas por el estilo. Estos sistemas son especificados

por necesidades funcionales independientes y exhiben un alto grado de

complejidad. Por supuesto, cuando una parte esencial de algún organismo exhibe

complejidad especificada, el diseño atribuible a dicha parte se atribuye

también al organismo como un todo. No es necesario demostrar que cada aspecto

del organismo fue diseñado: de hecho, algunos aspectos serán resultado de

causas puramente materiales.

La combinación de complejidad y especificación fue un signo convincente de

inteligencia extraterrestre para los astrónomos de la película

Contacto. Dentro de la teoría del diseño inteligente, la complejidad

es la marca o firma característica de la inteligencia. Es un confiable marcador

empírico de la inteligencia de la misma manera que las huellas digitales son un

confiable marcador empírico de la presencia de una persona en la escena de un

crimen. Los defensores de la teoría del diseño inteligente sostienen que causas

materiales no dirigidas, como la selección natural actuando sobre cambios

genéticos aleatorios, no pueden generar complejidad especificada.

Esto no significa que los sistemas que ocurren de forma natural no puedan

exhibir complejidad especificada o que los procesos materiales no puedan servir

de conducto a la complejidad especificada. Los sistemas que ocurren

naturalmente pueden exhibir complejidad especificada, y la naturaleza

funcionando por puros mecanismos materiales sin dirección inteligente puede

tomar la complejidad especificada previamente existente y barajarla aquí y

allá. Pero ese no es el punto. El punto es si la naturaleza (concebida como

sistema cerrado de causas materiales ciegas y continuas) puede generar

complejidad especificada en el sentido de originarla cuando previamente no

existía.

Tome, por ejemplo, un Rembrandt grabado en madera. Surgió al imprimir sobre

un papel un bloque de madera grabado. El Rembrandt exhibe complejidad

especificada. Sin embargo, la aplicación mecánica de tinta al papel mediante el

bloque de madera no explica la complejidad especificada del grabado hecho en la

madera. La complejidad especificada del grabado debe llevarnos a la complejidad

especificada existente en el bloque, que a su vez debe conducirnos a la

actividad diseñadora realizada por el mismo Rembrandt (en este caso la talla

deliberada del bloque de madera). Las cadenas causales de la complejidad

especificada no terminan en las fuerzas materiales ciegas, sino en una

inteligencia diseñadora.

En La Caja Negra de Darwin, el bioquímico Michael Behe conecta la

complejidad especificada con el diseño biológico con su concepto de complejidad

irreductible. Behe define los sistemas irreductiblemente complejos como

aquellos que consisten en varias partes interrelacionadas y en los que si se

elimina aunque sea una parte se destruye la función de todo el sistema. Para

Behe, la complejidad irreductible es un indicador confiable de la

existencia de un diseño. Un sistema bioquímico irreductiblemente complejo

contemplado por Behe es el flagelo bacteriano. El flagelo es un motor giratorio

energizado por ácido y una cola a manera de látigo que da unas 20,000

revoluciones por minuto y cuyo movimiento rotatorio permite a la bacteria

navegar en su medio acuoso.

Behe muestra que la intrincada maquinaria de este motor molecular -un rotor,

un estator, anillos tóricos, bujes y un eje propulsor–exige la interacción

coordinada de por lo menos treinta proteínas complejas, y que la ausencia de

cualquiera de ellas daría por resultado la pérdida total de la función motora.

Behe argumenta que el mecanismo darvinista enfrenta grandes obstáculos al

tratar de explicar tales sistemas irreductiblemente complejos. En  No

Free Lunch, muestro cómo la noción de Behe acerca de la complejidad

irreductible constituye un caso especial de complejidad especificada y que, por

lo tanto, los sistemas irreductiblemente complejos como el del flagelo

bacteriano fueron diseñados.

Igualmente, el diseño inteligente es más que sólo el último de una larga

lista de argumentos sobre el diseño. Los conceptos de complejidad irreductible

y complejidad especificada que se le relacionan, suministran causas

inteligentes empíricamente detectables y hacen del diseño inteligente una

teoría científica hecha y derecha, a diferencia de los argumentos sobre el

diseño enarbolados por filósofos y teólogos (lo que tradicionalmente se ha

conocido como “teología natural”).

El principal reclamo del diseño inteligente es este: el mundo contiene

eventos, objetos y estructuras que agotan las explicaciones con causas

inteligentes no dirigidas, pero que pueden ser explicados adecuadamente

recurriendo a causas inteligentes. Los defensores del diseño inteligente

aseguran poder demostrar esto rigurosamente. Por lo tanto, el diseño

inteligente toma una antigua intuición filosófica y la convierte en un programa

de investigación científica. Dicho programa depende de los avances hechos en la

teoría de las probabilidades, la ciencia de la computación, la biología

molecular, la filosofía de la ciencia, y el concepto de información, por

nombrar sólo unas cuantas áreas. Si este programa puede o no convertir al

diseño inteligente en una herramienta conceptual efectiva para investigar y

entender el mundo natural es la gran pregunta que hoy enfrenta la ciencia.

Para conocer más acerca del diseño inteligente, visite los siguientes sitios

(en inglés) en Internet:
www.designinference.com (que

aloja muchos de mis escritos sobre el diseño inteligente), www.ideacenter.org (Centro de Concientización

sobre el Diseño Inteligente y la Evolución: un centro de información para

estudiantes universitarios interesados en el diseño inteligente), www.idurc.org (Centro de Investigación

Universitaria sobre el Diseño Inteligente), www.arn.org (para comprar cosas relacionadas con el

diseño inteligente), www.iscid.org (la

Sociedad Internacional para la Complejidad, la Información y el Diseño), y

www.discovery.org/csc (Centro para

la Ciencia y la Cultura del Instituto Discovery).


Published August 24, 2006