Derrocando el estereotipo surgido del juicio de los monos

Por Edward Sisson

Siempre que se desafía la veracidad de la evolución darvinista, la ciencia

establecida y sus aliados sacan a trotar a su caballo de batalla: el juicio

Scopes, o juicio de los monos. Su postura es que si la ciencia establecida ha

ratificado un libro de texto científico, como el que Scopes utilizó para

enseñar la evolución, el estado no debería “censurar” su contenido.

El juicio de los monos juega un papel tan importante en el debate, que me

compré una copia de la transcripción, otra del libro de texto utilizado por

Scopes (Biología Cívica) y una más de la guía de laboratorio que acompaña a

dicho libro. La revisión de estos materiales de apoyo (cuyo contenido real es

muy diferente a la imagen tendenciosa presentada en Inherit the Wind (una obra

de teatro y película basada en el juicio de los monos) realmente me abrió

los ojos.

En el juicio Scopes nunca se juzgó la veracidad de la evolución darvinista,

ni se dio veredicto acerca de eso. Los acusadores argumentaron, y el juez

estuvo de acuerdo, en que el estatuto de Tennessee obstaculizaba la enseñanza

de la teoría darvinista aunque ésta fuera verdad, así que su veracidad no

estaba en juicio. Además, lo que es más notable, tampoco se sometieron a

interrogatorio la veracidad de la evolución darvinista ni la evidencia que

supuestamente la demostraba. Los abogados de Scopes presentaron extensas

declaraciones escritas de siete científicos que decían que la evolución

darvinista es la explicación correcta a la diversidad biológica en la Tierra.

La fiscalía pidió permiso para interrogar a los cinco expertos científicos

partidarios del darvinismo cuyas declaraciones habían sido leídas en el

tribunal, pero Clarence Darrow y los demás abogados de Scopes objetaron y el

tribunal rechazó la petición.

Irónicamente, a pesar de la idea popular de que este caso iba contra el

fundamentalismo cristiano, tampoco el fundamentalismo estaba en juicio. El

estatuto de Tennessee no ordenaba la enseñanza del fundamentalismo, sólo

prohibía la enseñanza de la evolución darvinista.

Pero Darrow y la defensa deseaban atraer la atención hacia el

fundamentalismo y convertirlo en el centro del problema, y lo lograron. El

abogado de la fiscalía William Jennings Bryan accedió a ser interrogado por

Darrow acerca de su interpretación de la Biblia (el famoso interrogatorio

mostrado bajo luces falsas en Inherit the Wind) sólo si Darrow accedía a ser

interrogado acerca de la evidencia de la evolución -y el juez permitió que

Bryan cuestionara a Darrow después de que éste cuestionara a aquel. El trato de

Bryan, de someterse a interrogatorio para poder interrogar a Darrow, fue un

último intento de colocar algo de la crítica a la evolución darvinista en la

transcripción del juicio Scopes, y así evitar la presentación totalmente

unilateral, no desafiada del lado darvinista.

Pero después de su famoso interrogatorio a Bryan, Darrow sorprendió a todos

al anunciar que no tenía defensa que presentar y pedir al juez que instruyera

al jurado para declarar culpable a Scopes. En esencia, Darrow estaba cambiando

la declaración de Scopes a “culpable”, pero al usar el recurso técnico de

petición de “veredicto dirigido” contra su propio cliente, Darrow evitó la

dispensa del derecho de Scopes a apelar. El efectivo cambio de declaración a

“culpable” cerró  el camino a la evidencia e hizo imposible que Bryan

llamara a Darrow al estrado para interrogarlo acerca de la evolución.

La afirmación de Darrow de no tener defensa de facto qué presentar

evidentemente era falsa. De hecho, John Scopes nunca enseñó la evolución;

estuvo enfermo el día  programado para dar esa clase, así que nunca la

impartió. Esto era una excelente defensa: de hecho Scopes era inocente, y un

abogado que realmente estuviera representando los intereses de Scope -y no los

de la Unión para las Libertades Civiles de los Norteamericanos (ACLU)- hubiera

destacado ese hecho. (Pero seguramente la parte acusadora también sabía que

Scopes nunca dio la clase, así que comparte algo de la culpa).

Además, Darrow podría haber abandonado la defensa antes de interrogar a

Bryan; el hecho de que Darrow pidiera el veredicto de culpable hasta después de

haber interrogado a Bryan indica que desde el primer momento su intención fue

usar a Bryan para desafiar al cristianismo fundamentalista y luego escapar de

cualquier desafío a la evolución darvinista.

El resultado fue que en el juicio de los monos los científicos presentaron

su caso a favor de la evolución darvinista sin enfrentar ningún cuestionamiento

en cuanto a si los datos presentados demostraban realmente la veracidad de la

teoría darvinista. Tampoco en la apelación se revisaron los argumentos de los

científicos. Darrow ganó la apelación por un tecnicismo: el tribunal rompió una

regla técnica al calcular la multa.

Sin embargo, hay un comentario invaluable en la opinión de consentimiento de

apelación del Juez Chambliss de la Suprema Corte de Justicia de Tennessee. Hizo

notar que los abogados de Scopes presentaron esta declaración del prof. Reinke

de la Universidad Vanderbilt:

“La teoría de la evolución es enteramente esencial para la enseñanza de la

biología… Prohibir al maestro de biología la enseñanza de [la evolución]

sería tan caótico como intentar enseñar… física sin asumir la existencia del

éter”.

Bueno. En la actualidad ningún curso de física de preparatoria “asume la

existencia del éter”. El concepto fue abandonado hace décadas. De hecho, el

progreso de la física se aceleró al descartar el concepto del “éter”. El

progreso de la biología también podría acelerarse descartando la evolución

darvinista.

El que la evolución darvinista haya escapado del interrogatorio cruzado

sigue teniendo efectos. En su libro de crítica al darvinismo titulado The

Mathematics of Evolution [Las Matemáticas de la Evolución] Sir Fred Hoyle,

profesor de astrofísica de la Universidad de Cambridge, escribió que los

desafíos científicos a la evolución darvinista nunca han sido “escuchados”

porque “el sistema de educación pública en desarrollo [desde Darwin hasta el

presente] proveyó oportunidades excelentes para que los fanáticos seguros de sí

mismos vencieran a los inseguros, de modo que no se discutieran los argumentos

torpes y se suprimieran los hechos discrepantes”.

El escudriñamiento del libro de texto de Scopes (Biología Cívica) puede

darnos una importante lección en cuanto a si los miembros de la clase

científica establecida deben recibir la gran deferencia que piden a los

consejos administrativos de nuestras escuelas al momento de decidir qué debe

enseñarse. Biología Cívica y su libro de laboratorio acompañante contienen

secciones sobre eugenesia, introducidas con la siguiente declaración: “la

ciencia de nacer bien se llama eugenesia”. La clase científica establecida de

la época apoyaba totalmente esta “ciencia” eugenésica. Esta validación por

parte de los científicos implicaba que la eugenesia debía ser enseñada en

nuestras escuelas.

Esto es lo que la clase científica de la época enseñó a los niños en la

escuela: el libro de texto utilizado por Scopes (Biología Cívica de Hunter)

dividía a la humanidad en cinco razas calificadas con base en su superioridad,

concluyendo con “el mejor tipo de todos, el caucásico, representado por los

habitantes civilizados de Europa y Estados Unidos”.  El libro aseguraba

que el crimen y la inmoralidad eran heredados y corrían en las familias, y que

“dichas familias se han convertido en parásitos de la sociedad… Si esas

personas fueran animales inferiores, seguramente las mataríamos… Tenemos el

remedio de separar los sexos en asilos u otros lugares e impedir en varias

formas los casamientos entre razas y las posibilidades de perpetuar una raza

tan baja y degenerada”. El problema 160 del libro de laboratorio pide a los

estudiantes que utilicen tablas de herencia “para determinar algunos medios de

mejorar física y mentalmente la raza humana”, y una “Nota a los maestros” dice

que “el niño se encuentra en una edad receptiva y está emocionalmente abierto a

las importantes lecciones implicadas”.

Por supuesto, los miembros de la clase científica establecida de hoy

denunciarían todo esto. De este modo, el mismo libro del que Scopes enseñó -el

mismísimo libro que según la clase científica establecida de nuestros días

debería haber podido ser utilizado por Scopes en 1925 sin ninguna interferencia

del estado- incluye material que los científicos de hoy rechazarían. La

eugenesia, como el “éter”, alguna vez considerada tan esencial, se ha

desvanecido de los programas de estudios -se ha “desvanecido en el éter”, uno

se siente tentado a decir. Sin embargo, la ciencia continúa cada vez más sana a

pesar de la pérdida de esas teorías. Y permanecería sana si también la teoría

de la evolución darvinista se “desvaneciera en el éter”.

Entonces, la gran pregunta es si el resto del mundo debe esperar a que la

ciencia establecida se ponga al corriente para poder rechazar los paradigmas

que durante años se han colgado de nuestros libros de texto, a pesar de las

múltiples fallas que están acumulando rápidamente.

Si regresáramos a 1925 y nos preguntáramos si habría sido correcto que el

estado de Tennessee adoptara una ley que permitiera la enseñanza de la

eugenesia (como lo exigía la ciencia establecida) pero exigiera también la

enseñanza de las fallas de dicha teoría, ¿no aplaudirían todos hoy la visión

del estado al decretar dicha ley? ¿No estarían todos de acuerdo en que si la

tal “ciencia” eugenésica tuviera que ser enseñada en nuestras escuelas por

insistencia de la clase científica establecida, sería apropiado enseñar también

sus fallas?

El ejemplo hipotético de una ley estatal que ordenara la enseñanza de las

dudas acerca de la “ciencia” eugenésica demuestra que quienes desarrollan los

programas de estudios de nuestras escuelas no deberían esclavizarse a todo lo

que diga la clase científica en cada momento. En lugar de eso, la población en

general (quien está libre de los incentivos y prejuicios institucionales que

pueden afectar, y de hecho afectan, el juicio de los miembros de la clase

científica establecida) tiene todo el derecho de dudar de una teoría antes que

los científicos. Este tipo de enfoque es bien aceptado en otros campos donde el

gobierno afecta significativamente las vidas de la gente: por ejemplo, aunque

escuchamos respetuosamente a algún militar al declarar la necesidad de más

armas, dejamos que los representantes elegidos por el pueblo tomen la decisión

final.

Cuando están en juego decenas de millones de dólares en fondos y la

educación de decenas de millones de niños, los receptores de los fondos y los

proveedores de los servicios educativos merecen respeto, pero no deben tener la

última palabra acerca de su propio financiamiento y empleo. No están tan libres

de prejuicios e intereses creados como se jactan de estar. Con demasiada

frecuencia para nosotros los padres, las declaraciones de la ciencia

establecida en el sentido de estar motivada solamente por el bienestar de

nuestros hijos aparecen teñidas por un deseo egoísta de que nuestros hijos

inflen el ego de sus maestros al creer todo lo que les enseñan. De hecho los

darvinistas, quienes aseguran que toda la vida está motivada por un

irresistible impulso de supervivencia, que a su vez implica necesariamente un

impulso de poder, no están en las mejores condiciones de pedir una exención

especial de la misma fuerza que aseguran que rige la vida. Por el contrario,

nosotros estamos justificados al considerar que pueden ser especialmente

susceptibles a la operación de la misma teoría que defienden con tanta

vehemencia. En una democracia, las decisiones finales acerca de estos temas

deben recaer en las personas que aportan los fondos y desempeñan la función de

padres que engendran, crían y mantienen a los hijos instruidos en las escuelas

públicas. Los consejos de administración de las escuelas deben considerar

seriamente el fomento del desarrollo de materiales adecuados para que los

programas de estudios muestren a los alumnos los datos y análisis relacionados

con las debilidades de la teoría de Darwin -debilidades que son tan grandes que

incluso podrían hacer dudar a los alumnos que la explicación darvinista sea

válida.

Edward Sisson – Nota biográfica

Edward Sisson obtuvo en 1977 una licenciatura en ciencias por parte del

Instituto Tecnológico de Massachussets (orientada a la arquitectura). En 1991,

se graduó con mención honorífica del Centro de Leyes de Georgetown University.

En 2004 aportó un ensayo al libro “Uncommon Dissent: Intellectuals Who Find

Darwinism Unconvincing” [Disensión Poco Común: Intelectuales que Encuentran el

Darvinismo Poco Convincente]. En 2005 participó del lado de los “escépticos

contra Darwin” en las “audiencias sobre la evolución” realizadas en Kansas;

habló en la conferencia “Disensión Poco Común”, realizada en Greenville,

Carolina del Sur; y apareció en el “Gran Debate” sobre el diseño inteligente

realizado en la Universidad de Boston. Como asesor legal, representó a la

profesora Caroline Crocker en la defensa de su derecho a enseñar algunas de las

fallas del darvinismo a estudiantes universitarios de ciencia. En 2006 se

convirtió en Director Ejecutivo (sin sueldo) de la organización sin fines de

lucro Iowa Institute, cuyo fin es llevar a cabo experimentos científicos

relacionados con la teoría científica del diseño inteligente.

Nota.  Se le llama el Jucio de los monos a un

acontecimiento histórico. En 1925 en la población de Dayton, Tennessee, un

joven maestro de escuela llamado John Thomas Scopes fue sometido a juicio por

violar una ley del Estado de Tennessee. La ofensa que se imputaba a Scopes era

enseñar la teoría de la evolución, de Darwin, a un grupo de estudiantes de

escuela secundaria.

 


Published November 28, 2006