por Richard Spencer
En algo diseñado inteligentemente, la gente espera ver estructuras que
realicen de la manera más perfecta, elegante y eficiente posible tareas
específicas (es decir, no estructuras sobrantes). Esta expectativa no es
realista para el diseño humano, ni siquiera para el divino.
En el diseño humano, frecuentemente tenemos que elegir opciones menos que
óptimas simplemente porque la complejidad y magnitud de la tarea en general no
permiten dedicar todo el tiempo y atención que sería necesario prestar a cada
detalle para lograr un diseño óptimo. Un ejemplo clásico es el microprocesador
de una computadora. Si tratáramos de optimizar cada pequeña parte del circuito,
¡nunca terminaríamos el diseño! Por supuesto, esta limitación de tiempo no
afecta al diseño divino, pero otro tipo de limitación surge por el empleo de
agentes secundarios. Por ejemplo, al diseñar un microprocesador hacemos uso de
muchas herramientas de diseño asistidas por computadora (CAD). Estas
herramientas nos permiten manejar la complejidad del problema y trabajar a un
nivel más alto de abstracción. Así, aunque el ingeniero tiene que diseñar cada
una de las compuertas lógicas que utilizará, sólo las diseñará una vez en los
niveles más bajos de abstracción (el nivel de transistores y distribución
física). Después de eso, lo más común es utilizar herramientas para conectar
muchas compuertas que realicen funciones a niveles más altos (por ejemplo,
circuitos de adición).
Los grupos de estas funciones de nivel superior se manejan por bloques para
crear funciones a un nivel aún más alto, y así sucesivamente. Cuando se
completa un sistema complejo, ciertamente se puede bajar a niveles de
abstracción inferiores y corregir algunas partes pequeñas del diseño. Por otro
lado, también podríamos argumentar que este método jerárquico de diseño
asistido por computadora es mucho más inteligente que diseñar manualmente los
niveles más bajos de abstracción porque nos permite diseñar funciones mucho más
complejas.
En la misma forma, pero por diferentes razones, Dios generalmente usa
agentes secundarios para llevar a cabo su obra. Entre estos agentes secundarios
se encuentran las leyes físicas, ya que éstas definen o ayudan a definir
estructuras en la naturaleza, al menos algunas veces. Por ejemplo, existen
leyes físicas y propiedades de la materia que determinan la estructura física
de ciertos objetos, y una vez que tales leyes y propiedades entran en acción,
Dios no necesita crear individualmente cada átomo, célula u objeto de un nivel
más alto. Al haber creado las leyes físicas, Dios está sujeto ellas a menos que
decida suspenderlas. Como posibilidad lógica, por supuesto Dios es libre de
suspender las leyes físicas que él mismo ha instituido. Sin embargo, no conozco
ningún ejemplo inequívoco de que lo haya hecho. Esto no equivale a negar los
milagros. Simplemente estoy diciendo que no conozco ningún ejemplo de
estructuras milagrosas en la naturaleza, y esto incluye a las estructuras
biológicas.
Dado que Dios utiliza agentes secundarios para crear estructuras físicas, es
de esperarse que podamos ver ciertos patrones y procesos repetidos en muchos
lugares y utilizados en diferentes formas aunque el diseño pueda no ser óptimo
para cada aplicación específica. Además, cualquier diseñador, divino o
no divino, es libre de reutilizar estructuras (y muy probablemente lo hará) e
implementar funciones similares en formas parecidas, aunque no siempre sea así.
La aparición de estructuras similares en muchos sistemas diferentes,
particularmente cuando dichas estructuras no son óptimas para cada situación,
frecuentemente se cita como una prueba de macroevolución (The Panda’s
Thumb, de Stephen Jay Gould hace esta misma aclaración). Pero también
es exactamente lo que uno esperaría ver en un sistema construido por agentes
secundarios bajo control divino.
Otra razón por la que incluso los diseños divinos pueden parecer menos que
óptimos es que los sistemas adaptativos son inherentemente desechables. Para
poder adaptarse a diferentes condiciones, el sistema casi siempre tendrá
componentes que no estén siendo utilizados en una situación dada. Existen
muchos ejemplos de sistemas adaptativos en la ingeniería humana, y la solución
que brindan nunca es tan eficiente como la de un sistema dedicado.
Sin embargo, los sistemas adaptativos tienden a exhibir mucho más
inteligencia que los sistemas dedicados porque funcionan incluso cuando el
ambiente cambia. Un ejemplo muy común es el de los circuitos utilizados para
conectar una computadora a una red (ya sea alámbrica o inalámbrica). Esto
circuitos se adaptan prácticamente a todo, así que funcionan independientemente
de la configuración exacta de la red a la que se estén conectando.
Debido que los sistemas biológicos son definitivamente más adaptables y
significativamente más complejos que cualquier cosa que nosotros diseñemos, los
ingenieros como yo que diseñamos sistemas adaptativos esperamos ver muchos
componentes que parezcan desperdiciados o abandonados después del primer uso.
Aunque frecuentemente se utiliza la aparición de tales estructuras para
argumentar que la evolución no está sujeta a un control inteligente, de hecho
es una consecuencia necesaria de los sistemas adaptativos. Además, ya que los
sistemas adaptativos no se pueden modificar infinitamente (algunos circuitos de
televisión podrían adaptarse para utilizarlos en una radio, pero no pueden
adaptarse para utilizarlos en un motor de avión), esta característica de los
sistemas adaptativos proporciona pruebas de microevolución pero no de
macroevolución.
Una tercera razón de que aún los diseños divinos puedan parecer menos que
óptimos, es que no estamos en condiciones de entender todos los objetivos y
restricciones del diseño. Esta razón es muy sutil pero muy significativa.
Algunas veces he pensado que parte del diseño de algún circuito o sistema es
muy deficiente, sólo para darme cuenta más tarde que en realidad es una
solución muy ingeniosa. Sencillamente al ver por primera vez el sistema no
había entendido bien el propósito o las restricciones de diseño.
En una entrevista para la revista Science and Spirit, de
enero-febrero de 2002, Francis Collins, director del Instituto Nacional para la
Investigación del Genoma Humano, dijo:
Me parece que no deberíamos cometer el error de asumir que la voluntad
perfecta de Dios para nosotros es la perfección biológica, como tampoco
deberíamos asumir que la voluntad perfecta de Dios para nosotros sea la
ausencia de sufrimiento. Frecuentemente esas ocasiones en que las cosas no son
perfectas son en las que aprendemos más, y en las que nuestro acercamiento a
Dios -una meta mucho más sublime aún que nuestra propia felicidad- se puede dar
con mayor probabilidad. Así que tal vez Dios nos habla compasivamente a través
de nuestras imperfecciones, y no debiéramos desatender la importancia de eso.
La suposición subyacente de que todos deberíamos ser genéticamente perfectos no
necesariamente tiene sentido para mí.
Concuerdo de todo corazón con el doctor Collins. Aunque no comprendemos
totalmente por qué Dios permite la existencia del pecado, la Biblia nos da
muchos ejemplos de cómo Dios utiliza las penurias resultantes del pecado para
darnos un mayor sentido de humildad y dependencia hacia él. También debemos
recordar que el mundo que observamos no es la creación original: es una versión
corrupta de la creación. Personalmente creo que ningún opositor a la teoría del
diseño inteligente, o casi ninguno, cambiaría sus argumentos aunque pudiera
observar el mundo antes de la caída. Independientemente de eso, debemos tomar
en cuenta ese factor desconocido resultante de no poder observar la creación
original en estos momentos.
En resumen, la participación de agentes secundarios (como las leyes
físicas), la reutilización de elementos de diseño, la naturaleza adaptativa de
los organismos biológicos, y el hecho de no conocer totalmente los propósitos
del creador, nos llevan a no esperar ver, según nuestra limitada perspectiva,
diseños óptimos en la naturaleza.
Posdata: Este corto ensayo es una versión aumentada y más cuidadosa de un
comentario que hice al doctor Mark Ptashne al final de su conferencia “On the
Evolvability of Gene (and Other) Regulatory Systems” [Sobre la capacidad de
evolución de los sistemas reguladores de los genes (y otros)] en la convención
Naturaleza de la Naturaleza, realizada en el Centro Michael Polanyi de la
Universidad Baylor (abril 12-15, 2000). Lo que me impulsó a hacer estas
observaciones, fue que lo oí a él, y a otros, referirse constantemente al
diseño inteligente como si fuera un sinónimo de diseño óptimo, donde ‘óptimo’
implica la solución más eficiente o elegante a la tarea específica que se tiene
entre manos. El doctor Mark Ptashne es investigador del Centro Sloan-Kettering
para el Cáncer.
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Richard Spencer es profesor de ingeniería eléctrica y computacional en la
Universidad de California en Davis, California, y activo consultor de la
industria electrónica. Recibió su doctorado en la Universidad de Stanford en
1987. Antes de hacer su maestría, trabajó como diseñador de circuitos en
Silicon Valley. Ha publicado numerosos documentos técnicos y es el autor
principal de un libro de texto de electrónica. Es miembro del Instituto de
Ingenieros Eléctricos y Electrónicos y ha ganado cuatro veces el premio a la
enseñanza universitaria en su departamento.
Published August 11, 2006