¿Inventó Pablo el Cristianismo?

Por Ben Witherington III

La pregunta “¿inventó Pablo el cristianismo?” ha surgido frecuentemente. De

hecho, algunas personas han estado tan seguras de que Pablo fue el creador de

esta religión que lo han considerado el primer gran corruptor de la sencilla

religión de Jesús. Todavía hoy podemos escuchar el clamor “de regreso a Jesús”

que tiene como contraparte “y fuera Pablo”. Esto puede escucharse, por ejemplo,

de varios miembros del Seminario de Jesús. Como tantas charadas, esta merece

ser puesta en su lugar.

En gran parte, la respuesta a esta pregunta depende de lo que queremos decir

con “inventar” y con “cristianismo”. Ciertamente, el cristianismo niceno o

calcedonio no existía  en el siglo I de nuestra era. De hecho tampoco

existían el catolicismo ni el protestantismo. Los primeros seguidores de Jesús

fueron judíos, y todos los libros del Nuevo Testamento fueron escritos por

judíos, con una o dos posibles excepciones (es decir, el autor de Lucas y

Hechos). Ciertamente, los primerísimos seguidores de Jesús no se consideraban a

sí mismos como creadores de una nueva religión. Eran judíos sectarios. Sin

embargo, mediante un proceso que involucró varios factores (el crecimiento; la

evangelización y conversión de muchos gentiles; el enfoque en Cristo y no en la

Tora; la expulsión de varias sinagogas del imperio) el movimiento de Jesús se

convirtió, en la práctica, en una entidad separada del judaísmo anterior, y de

hecho esto parece ser ya el caso durante la vida y ministerio de Pablo. Se

puede decir que Pablo fue el catalizador que ayudó a sacar el movimiento de

Jesús del judaísmo y convertirlo en un grupo religioso independiente. Pablo no

fue el creador del cristianismo, pero en ciertos sentidos fue su “nodrizo”,

siendo el mayor responsable de que un gran número de gentiles entrara a este

grupo sectario sin antes tener que hacerse judíos (es decir, sin tener que ser

legitimizados por la ley judía, sin ser circuncidados, sin seguir la costumbre

del sábado), lo que a su vez cambió el equilibrio del poder dentro del

movimiento en todo el imperio, excepto en Tierra Santa.

Pero hay más que decir de esto. Considere un texto como 1 Corintios 9:19-23,

donde Pablo dice haberse convertido en judío para los judíos y en gentil para

los gentiles con el fin de poder ganar a algunos para Cristo. Bien, esa forma

de hablar sería muy rara en un judío, con mayor razón un ex-fariseo, si creyera

pertenecer todavía al judaísmo. Note como ya en su anterior carta a los

Gálatas, escrita alrededor del año 49 d.C., Pablo dice: “Ustedes ya están

enterados de mi conducta cuando pertenecía al judaísmo…..En la práctica del

judaísmo, yo aventajaba a muchos de mis contemporáneos” (Gálatas 1:13-14; NVI).

Aparentemente, el judaísmo era cosa del pasado para Pablo, algo en lo que ya no

estaba ni aventajaba a nadie. Parece creer que está en algo más,

particularmente “en Cristo”, o dicho más ampliamente “en el cuerpo de Cristo”,

visto como una entidad separada del judaísmo.

En cualquier movimiento religioso perdurable durante algún tiempo siempre

hay pioneros o trazadores de caminos que ven hacia delante con mayor claridad

que los demás. Ciertamente, Pablo fue uno de ellos. Está bastante claro que su

insistencia en la salvación por gracia mediante la fe en Jesús, representaba

problemas que sólo unos cuantos habían considerado y resuelto por completo en

los días de Pablo. Por mencionar uno, en la mente de Pablo esto significaba que

ni los judíos cristianos estaban ya obligados a conservar la alianza mosaica y

sus leyes. Podían hacerlo como opción de santidad, o como táctica misionera

(como hacía Pablo), pero ya no era obligatorio ni siquiera para los judíos,

menos para los gentiles. La respuesta a la pregunta: “¿Debemos convertirnos en

judíos para seguir a Cristo?” fue contestada negativamente por Pablo. Ahora, en

teoría otros como Pedro y Santiago concordaban en las bases de la salvación,

pero ante la pregunta “¿cómo deben vivir entonces los cristianos?”, había

desacuerdos, especialmente cuando el tema se convertía en “¿cómo deben vivir

entonces los cristianos judíos?”. Santiago y otros miembros de la comunidad de

Jerusalén creían que los cristianos judíos debían ser obligados a cumplir la

ley, aunque no hubiera otra razón más que conservar la credibilidad ante los

demás judíos, y así ganar a algunos de ellos para Cristo.

Sin embargo, Pablo entendió las radicales implicaciones de la salvación por

la gracia mediante la fe en Jesús. Entendió que si se pedía la circuncisión y

observancia de la ley a los cristianos judíos, pero no a los gentiles, en

realidad se estarían creando dos grupos cristianos diferentes, dos formas

diferentes de seguir a Jesús. Los judaistas que acosaron a Pablo en Galacia

entendieron este problema, por eso argüían con mayor insistencia que todos,

incluso los gentiles, debían guardar la ley mosaica.

A fin de cuentas, la perspectiva de Pablo con respecto a la ley mosaica y si

ésta debía ser impuesta a los cristianos revela su comprensión de que estar en

Cristo era algo más y diferente a “estar en el judaísmo”. Por eso, mediante un

elaborado argumento Pablo compara en Gálatas a la ley mosaica con una nana cuyo

objetivo fue cuidar a la gente de Dios hasta que creciera, pero ahora que Jesús

ha venido ya no hace falta esa supervisión (Gál. 4). Pablo incluso se atreve a

decir que una de las principales razones de que Jesús haya nacido bajo la ley

fue redimir a los que estaban bajo la ley y sacarlos de su dominio (Gál. 4:5).

Se considera que quienes estaban bajo la ley estuvieron atados a ella hasta que

Cristo vino a redimirlos. Este es un claro lenguaje sectario, el lenguaje de un

grupo separado del judaísmo. En Gálatas 2:21 Pablo insiste en que si una

persona pudiera ser justificada por la observancia de la ley mosaica, entonces

“Cristo murió en vano”. Incluso advierte a sus conversos que “todo el que se

hace circuncidar está obligado a practicar toda la ley” (Gál. 5:3 NVI). También

por eso, utilizando un argumento histórico sobre la salvación (2 Corintios

3:7-18), habla de la ley mosaica, e incluso de los Diez Mandamientos, como un

anacronismo glorioso, algo que fue glorioso en su tiempo, pero que rápidamente

se está volviendo obsoleto.

Este radical mensaje, no sólo de la salvación mediante Cristo crucificado,

sino de una vida religiosa sin obligatoriedad de cumplir la ley mosaica, es el

causante de que Pablo sea azotado, apedreado y, en general, corrido de muchas

sinagogas. Probablemente 2 Corintios 11:25-27 también indique que había un

contrato sobre la vida de Pablo por parte de algunos de sus compañeros judíos.

La razón es clara. Como el estudioso del Nuevo Testamento, Alan Segal, lo ha

deducido correctamente, Pablo era considerado como judío apóstata, y el

movimiento de Jesús se consideraba fuera de los límites del verdadero judaísmo

(vea su libro Pablo el Converso, Yale U. Press, 1992). La conclusión de todo

esto es bien clara. Cuando Pablo escribió su carta a los Corintios, ya había

una encrucijada entre el judaísmo y el cristianismo, por lo menos fuera de

Tierra Santa. En Gálatas aun podemos ver apenas velado el período de

transición. Así que ciertamente es correcto considerar a Pablo como un nodrizo

que ayudó a dar vida a una nueva forma de religión centrada en la adoración a

Jesucristo.

Esto no significa que Pablo haya inventado la divinidad de Jesús, ni la

Trinidad, ni la expiatoria muerte de Cristo, y ciertamente no se le podría

acusar de inventar la concepción virginal, dado que nunca la menciona en sus

cartas. Pablo concordaba con todos los demás cristianos verdaderos en que Jesús

fue el Señor resucitado e Hijo de Dios hecho hombre. Compartió su cristología

con sus compañeros seguidores de Jesús, aunque sin duda la explicó, exploró y

aplicó en nuevas formas en las iglesias. Pablo si tomó una dirección diferente

a la de Santiago, por ejemplo, en la forma en que pensaba que los cristianos

judíos pueden y deben vivir para manifestar su discipulado. Él es más constante

que otros en su insistencia en la salvación y la vida cristiana por la gracia

mediante la fe. También es más constante en afirmar que la guía para la vida

cristiana es la “ley de Cristo”, que no es solamente la interpretación de la

ley mosaica. Antes bien es el conjunto de enseñanzas exclusivas de Jesús, más

las partes del Viejo Testamento que Jesús reafirmó y se apropió (por ejemplo,

parte de los Diez Mandamientos), más el ejemplo moral de Cristo, más algunas

enseñanzas cristianas tempranas originadas después del tiempo de Jesús (acerca

de todo esto, vea Gracia en Galacia, de Witherington; Eerdmans, 1995 y La Carta

a los Romanos, de Witherington y D. Hayatt, Grand Rapids: Eedermans, 2004).

Para terminar, podemos decir que Pablo fue un pastor que guío a la gente de

Dios por nuevas direcciones y a través de aguas inexploradas hacia una nueva

tierra prometida donde judíos y gentiles estarían unidos en Cristo sobre la

misma base y con los mismos requisitos de discipulado. Aunque Pablo no llamó

cristianismo a este resultado final, tuvo más parte que todos los apóstoles

originales en el nacimiento de la forma de comunidad en que se convirtió la

iglesia primitiva. Aunque no inventó las doctrinas ni la ética de dicha

iglesia, fomentó las verdades de ésta con mayor constancia, hasta que emergió

una comunidad que las aplicaba (vea La Búsqueda de Pablo, de Witherington;

InterVarsity Press, 1998).


Published August 28, 2006