Límites evolutivos

Por Ray Bohlin
Probe Ministries
 

El Mal Uso del Concepto de Selección Natural 

La mayoría de la gente cree que la evolución permite cambios biológicos casi ilimitados. Aún así, unas cuantas observaciones simples muestran que el cambio biológico tiene límites. Ciertamente, la omnipresencia de la convergencia sugiere que los cambios biológicos no son ilimitados, ya que la evolución parece llegar a ciertas soluciones una y otra vez. Así parece suceder con las formas de desplazamiento de los organismos en el agua, la tierra o el aire. Las alas de insectos, pájaros y murciélagos, aunque no tengan ancestros relacionados, muestran similitudes de diseño. Por lo menos varios parámetros físicos limitan el cambio biológico y la adaptación. Ciertamente existen restricciones físicas; pero, ¿qué hay de las restricciones biológicas?

Para defender la idea de un extenso cambio evolutivo, Darwin se apoyaba en la analogía entre selección artificial y selección natural. Como habilidoso criador de pichones, Darwin descubrió que casi toda característica identificable podía acentuarse o atenuarse mediante cruzas cuidadosas (selección artificial). A partir de ahí, Darwin pensó que en la naturaleza también tenía lugar una forma de selección (selección natural) que podía lograr lo mismo. Sólo necesitaba más tiempo.

Pero la selección artificial ha demostrado justamente lo opuesto. Prácticamente toda característica, aunque tenga algo de variabilidad, siempre ha implicado un límite. Ya sea que los organismos o características seleccionados sean rosas, perros, pichones, caballos, ganado, contenido proteínico del maíz o contenido de azúcar de la remolacha, la selección tiene algún efecto. Pero toda cualidad seleccionada fracasa con el tiempo. Las gallinas no producen huevos cilíndricos. No podemos producir ciruelas del tamaño de chícharos o toronjas. Sólo podemos alcanzar cierto límite. Algunas personas crecen más de dos metros, y otras no crecen más de noventa centímetros, pero no hay personas de tres metros y medio ni de menos de 50 centímetros. El cambio tiene límites.

Quizá el argumento más contundente contra la inutilidad de la selección artificial como modelo de la selección natural es el proceso de selección real. Darwin lo llamó selección artificial. Selección intencional habría sido un mejor término. La frase “selección artificial” suena simple y sin dirección. Sin embargo, todo criador, ya sea de plantas o animales, siempre está buscando algo en particular. El proceso de selección siempre está diseñado para un fin particular.

Si usted quiere un perro que sea mejor cazador, cruza a sus mejores cazadores esperando acentuar esa característica. Si desea rosas de un color particular, elige rosas de color similar esperando llegar al tono deseado. En otras palabras, usted planea y manipula el proceso. La selección natural no puede hacer eso; opera sin plan y está a merced de cualquier variación que aparezca. Tratar de comparar un proceso dirigido con otro no dirigido, no ofrece para nada una mejor comprensión de la evolución.

El Poder Real de la Selección Natural 

Es muy significativo que hayamos tenido que esperar hasta la década de 1950, casi cien años después de la publicación de El Origen de las Especies de Darwin, para conocer un caso documentado de selección natural: el de la polilla del abedul (biston betularia). La historia empieza con la observación de que antes de la revolución industrial había en Gran Bretaña diferentes tipos de polillas, entre ellas la del abedul -de color claro con manchas negras. Con la contaminación industrial se hizo más común una forma oscura, o variedad melánica. Tras la implementación de controles ambientales, los niveles de contaminación bajaron y la variedad del abedul regresó con fuerza.

Parece que con el incremento de la contaminación, los líquenes que vivían en los árboles murieron y la corteza se volvió más oscura. La anteriormente bien camuflada polilla del abedul se hizo visible y la forma melánica que antes era más conspicua estaba ahora camuflada. Las aves podían ver con mayor facilidad la variedad visible y las dos formas cambiaron frecuentemente dependiendo de las condiciones que las rodeaban. Esta era selección natural en funcionamiento.

Esta historia siempre tuvo inconsistencias. ¿Qué demostraba en realidad? Para empezar, la forma melánica siempre estuvo presente, sólo que en frecuencias muy bajas. Así que iniciamos con dos variedades de polilla del abedul y aún tenemos dos. Las frecuencias cambiaron, pero no se agregó nada nuevo a la población. En segundo lugar, no conocemos realmente la genética del melanismo industrial en estas polillas. No tenemos una explicación detallada de cómo se generan las dos formas. En tercer lugar, en algunas poblaciones las frecuencias de las dos variedades cambiaron independientemente de si hubo o no un cambio en la corteza de los abedules. El único factor constante fue la contaminación (ver Icons of Evolution [Iconos de la Evolución] de Jonathan Well, p. 137-157). Así, el ejemplo más conocido de evolución en acción se reduce a una mera nota de pie.

Incluso el caso de los pinzones de las Islas Galápagos, estudiado por el mismo Darwin frente a las costas de Ecuador, nos dice muy poco acerca de la evolución a gran escala. Las trece especies de pinzones de las Islas Galápagos muestran sutiles variaciones en el tamaño y forma de sus picos dependiendo del tipo de alimento principal de cada especie en particular. Aunque los pinzones si muestran cambios  en respuesta a factores ambientales (selección natural), ¡el cambio es reversible! El tamaño y forma de sus picos varía ligeramente si el año es lluvioso o seco (lo que afecta el tamaño de las semillas producidas) y se revierte cuando las condiciones vuelven a ser las de antes. No hay cambio direccional. Incluso es posible que las trece especies sean más bien seis o siete, ya que es fácil que se formen híbridos, especialmente entre los pinzones de tierra, los cuales sobreviven muy bien. Una vez más, ¿dónde está la evolución real?

Hay muchos otros ejemplos documentados de selección natural en la naturaleza; pero todos muestran que aunque el cambio es posible, hay límites. Ningún cambio, hasta donde yo sé, pone en duda la realidad de la selección natural. El problema real es que ejemplos como el de la polilla del abedul y los pinzones de Darwin no nos dicen nada acerca de la evolución.

Las Mutaciones No Son Cambios Reales 

Aunque la mayoría de los evolucionistas reconocen que el cambio tiene límites, insisten en decir que la selección natural no es suficiente sin una fuente de variación continua. En la Síntesis Neodarviniana, las mutaciones de todos tipos son esa fuente. Las mutaciones caen dentro de dos categorías principales: mutaciones de genes estructurales y mutaciones de genes de desarrollo. Definiré los genes estructurales como los que codifican alguna proteína que realiza cierto tipo de mantenimiento, apoyo metabólico o función especializada en la célula. Los genes de desarrollo realizan tareas específicas durante el desarrollo embrionario y, por lo tanto, pueden cambiar la morfología y la apariencia real de un organismo.

La mayoría de los estudios evolutivos se han enfocado a mutaciones de genes estructurales; pero para estudiar los cambios a gran escala, deben explorarse las mutaciones de genes de desarrollo. Más adelante regresaremos a estas mutaciones del desarrollo.

La mayoría de los ejemplos que tenemos de mutaciones generadoras de supuesto cambio evolutivo implican genes estructurales. El ejemplo más común y significativo de estos tipos de mutaciones es el de la resistencia de los microbios a los antibióticos. Desde la introducción de la penicilina, en la II Guerra Mundial, el uso de los antibióticos se ha multiplicado. Para sorpresa de todos, las bacterias tienen la extraña habilidad de volverse resistentes a los antibióticos. Esto se ha pregonado por todos lados como prueba real de que la lucha por la supervivencia en la naturaleza da por resultado un cambio genético (evolución).

Pero la resistencia a los antibióticos se da en muchas formas no tan dramáticas. Algunas veces la mutación genética simplemente hace que el antibiótico sea bombeado fuera de la célula con mayor rapidez o introducido a la misma con mayor lentitud. Otras veces, el antibiótico es desactivado dentro de la célula por una encima muy relacionada que ya está presente. En otros casos, la molécula a la que el antibiótico va dirigido dentro de la célula cambia ligeramente para no ser reconocida. Todos estos mecanismos ocurren de manera natural, y las mutaciones sólo intensifican una habilidad que la célula ya tiene. No se agrega información genética (ver The Natural Limits of Biological Change [Los Límites Naturales del Cambio Biológico], p. 103, 170).

Refiriéndose a las mutaciones de las bacterias, el gran evolucionista francés Pierre-Paul Grassé hizo notar: “¿De qué sirve que tengan mutaciones incesantemente, si no cambian? En resumen, las mutaciones de las bacterias y virus son solamente fluctuaciones hereditarias alrededor de una posición media; un balanceo hacia la derecha, otro hacia la izquierda, pero sin efecto evolutivo final” (Evolution of Living Organisms [Evolución de Organismos Vivos], p. 87).

Hasta ahora he estado describiendo lo que se conoce comúnmente como microevolución. La suposición básica de los evolucionistas es que los procesos microevolutivos finalmente producen cambios macroevolutivos dada una cantidad suficiente de tiempo. Sin embargo, esta idea es inconsistente en sí misma.

La Selección Natural No Produce Nuevos Planos Corporales 

Hoy la pregunta fundamental que necesita respuesta es ¿cómo lograron las esponjas, estrellas de mar, cucarachas, mariposas, anguilas, ranas, pájaros carpinteros y seres humanos surgir de organismos unicelulares sin diseño, propósito, ni plan? Todos ellos tienen diferentes planos corporales. ¿Cómo pudieron esos planos diferentes surgir de la mutación y la selección natural? Este problema es mucho mayor y más complicado que la resistencia a los antibióticos, la cual requiere solamente cambios bioquímicos pequeños. La pregunta es: ¿cómo suceden los cambios morfológicos?

Entonces, para que haya macroevolución debe haber mutaciones de genes de desarrollo. De alguna manera hay que cambiar la forma en que el organismo está construido. Los genes estructurales tienden a tener poco efecto en el desarrollo de un plano corporal. Por otro lado, los genes que controlan el desarrollo, y así influyen en el plano corporal, tienden a expresarse en una etapa muy temprana del crecimiento. Esto representa problemas adicionales porque el embrión es muy sensible a las mutaciones tempranas del desarrollo. Como Wallace Arthur hace notar (The Origin of Animal Body Plans [El Origen de los Planos Corporales de los Animales], p. 14), “los genes que controlan los procesos clave del desarrollo en fases tempranas tienen parte en el establecimiento del plano corporal básico. Las mutaciones de estos genes generalmente son extremadamente desventajosas, y es concebible que siempre sean así”.

Si las mutaciones del desarrollo que pueden ofrecer beneficios reales son tan raras, entonces sería de esperarse que la macroevolución fuera un proceso lento, difícil y accidentado. Darwin lo decía en el último capítulo de su Origen de las Especies: “Como la selección natural actúa sólo mediante la acumulación de variaciones sutiles y sucesivas favorables, no puede producir modificaciones extremas ni repentinas; sólo puede actuar en pasos cortos y lentos”.

Entonces, no sólo el tipo de mutación es un problema, sino también la velocidad de la mutación. Susumo Ohno señala que “hacen falta diez millones de años para lograr un cambio del 1% en las secuencias básicas del DNA… [El] surgimiento de todas las especies del reino animal en un período de 6-10 millones de años no puede explicarse mediante la divergencia mutacional de funciones de genes individuales” (“The Notion of the Cambrian Pananimalia Genome” [La Idea del Genoma Pananimal Cámbrico], PNAS 93(1996): 8475-78).

En el camino, los organismos funcionales deben asumir formas intermedias; pero incluso la funcionalidad de estos organismos intermedios que se transforman de un plano corporal a otro ha pasmado por mucho tiempo a los más dedicados evolucionistas. Stephen Jay Gould, un paleontólogo de Hardvard preguntó recientemente: “¿Pero cómo se puede construir una serie razonable de seres intermedios?…. El insecto imitador del estiércol está bien protegido, pero ¿tendrá alguna ventaja parecer mojón sólo en un 5%?” (Ever Since Darwin [Siempre desde Darwin], p. 104).

Con su talento natural habitual, Gould ha hecho una pregunta incisiva. Efectivamente, parece estar construida sobre los límites del cambio evolutivo.

RESUMEN BIOGRÁFICO: Raymond G. Bohlin es presidente de Probe Ministries (www.probe.org). Se graduó en la Universidad de Illinois (ingeniero en zoología), Universidad del Norte de Texas (maestría en genética de la población), y la Universidad de Texas en Dallas (maestría y doctorado en biología molecular). Es co-autor del libro The Natural Limits to Biological Change [Los Límites Naturales del Cambio Biológico]. Ha servido como editor general de Creation, Evolution and Modern Science [Creación, Evolución y Ciencia Moderna], co-autor de Basic Questions on Genetics, Stem Cell Research and Cloning [Preguntas Básicas sobre Genética, Investigación sobre Células Madre y Clonación] (del Centro para la Bioética y la Dignidad Humana), y ha publicado varios artículos en diarios y revistas. El Dr. Bohlin es miembro del Centro para la Ciencia y la Cultura del Instituto Discovery.


Published November 6, 2017