Seis maneras de entretejer el evangelismo en la vida de tus hijos

Tengo el privilegio de ser esposa de un plantador de iglesias, mamá trabajadora de tres hijos, directora de evangelismo para mujeres y, lo más importante, seguidora de Jesús. Si soy honesta, no hago ninguna de estas cosas a la perfección, pero he aprendido que cuando dejo de intentar manejarlo todo con mis propias fuerzas y descanso en quién soy en Cristo, es ahí donde encuentro libertad. Mi identidad no depende de qué tan bien sirvo, de cuántas tareas completo o de qué tan ordenada está mi casa cuando alguien nos visita. Mi identidad está en Cristo. Y cuando descanso en Él, puedo vivir mi propósito: conocerle, amarle y darlo a conocer.

Eso es realmente el evangelismo. No es una actuación ni un discurso de ventas. No se trata de “cerrar el trato”. Se trata de dar a conocer a Jesús en los momentos cotidianos de la vida. Y si queremos que nuestros hijos vivan en misión, compartiendo el evangelio con valentía y gozo, debemos mostrarles cómo se ve eso, no la perfección, sino de manera constante y auténtica.

Aquí te comparto seis maneras en las que he aprendido a entretejer de forma creativa y natural el evangelismo en la vida de nuestros hijos.

  1. Comienza con tu propio gozo

Esto es fundamental. Si voy a enseñarles a mis hijos sobre evangelismo, yo misma necesito estar enamorada de Jesús, del evangelio. Hay temporadas en las que ese gozo se siente distante, cuando el ministerio es pesado o me siento desconectada del Señor. Pero siempre vuelvo a lo que dice el Salmo 51:12-13:

¨Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti.¨

Ese es el orden: primero el gozo, luego la enseñanza. Si el gozo de nuestra salvación se ha apagado, tendremos poco que ofrecer a nuestros hijos o a cualquier otra persona. Así que mi oración diaria es que Jesús restaure continuamente el gozo de mi salvación. Cuando mi corazón está lleno de Él, el evangelismo se convierte en el desborde de mi vida, no en una carga más en mi lista de pendientes.

  1. Haz que el evangelismo sea normal en casa

En nuestro hogar hablamos de Jesús con frecuencia, pero no de manera rígida o ensayada. Está entretejido en nuestras conversaciones.

  • Si pasa algo difícil en la escuela, hablamos de cómo Dios está presente en medio de lo difícil.
  • Si celebramos un logro, hablamos de cómo Dios nos da buenos regalos.
  • Si alguien en nuestra iglesia está pasando por un momento duro, oramos por esa persona en voz alta.

También explicamos por qué hacemos lo que hacemos: por qué pasamos tiempo con personas de la iglesia, por qué invitamos a otros a casa, por qué madrugamos para ayudar a preparar el servicio los domingos. La respuesta siempre es la misma: porque amamos a Dios y amamos a las personas.

Nuestros tres hijos tienen menos de 10 años. Tal vez no comprendan toda la teología de la Gran Comisión, pero saben que es normal hablar de Jesús y preocuparnos por la eternidad de las personas.

  1. Déjales verte compartir

Llevamos a nuestros hijos cuando salimos a comer, cuando servimos, y cuando pasamos tiempo con amigos de la iglesia. Les dejamos vernos hablar de Jesús con otros. Una manera sencilla es orar por nuestro mesero antes de comer. Decimos: “Antes de comer, vamos a orar. ¿Hay algo por lo que podamos orar por ti?” Nuestros hijos escuchan y ven que hablar de Jesús no es raro, sino natural.

También tratamos de ir a los mismos lugares para construir relaciones con el personal. Con el tiempo, los niños empiezan a reconocer nombres, recordar peticiones de oración e incluso hacer sus propias preguntas.

  1. Convierte la escuela en un campo misionero

Nuestros hijos asisten a una escuela pública cerca de casa. Como familia e iglesia buscamos maneras de servir a maestros y personal: llevando desayunos, preparando paquetes de cuidado o enviando notas escritas a mano. Otras veces, simplemente les decimos: “Estamos orando por ti.”

No siempre sabemos dónde están espiritualmente, pero queremos ser conocidos por nuestro amor. Después de que nuestra hija fue bautizada, su maestra se enteró y le preguntó, lo que abrió una hermosa oportunidad para conversar sobre su fe.

Nunca sabemos cómo Dios está obrando en la vida de las personas que rodean a nuestros hijos. Como padres, sembramos semillas.

  1. Cuéntales lo que Dios ha hecho

Los niños necesitan ver que Jesús es real, no solo en un libro de historias, sino en nuestra vida. Les contamos cuando Dios responde a una oración, provee de forma inesperada o nos da valor para hablar.

También compartimos cuando hemos fallado o dudado. Como aquella vez que conocí a un hombre mientras corría y, en un semáforo, le mencioné que estaba orando y le pregunté si creía en Dios. Me dijo que no, pero luego abrió su corazón y pude contarle cómo Jesús me sostuvo en momentos difíciles. No compartí todo el evangelio y él no entregó su vida a Cristo en ese momento, pero fue un recordatorio de que el evangelismo muchas veces comienza con la disposición a iniciar una conversación.

  1. Involúcralos en la misión

Sea invitando a alguien a cenar, horneando galletas para un vecino o preparando útiles para niños necesitados, nuestros hijos participan. Ellos cargan las galletas, escriben las tarjetas y entregan las bolsas.

Queremos que experimenten la alegría de servir, no porque sea una lista que cumplir, sino porque es parte de quiénes somos como seguidores de Jesús. El evangelismo no es un evento, es un estilo de vida. Y cuanto antes lo vean, más natural será para ellos.

Recientemente, mi hija contó en la escuela que se había bautizado y explicó por qué. Nadie se lo pidió. Eso me mostró que, cuando los niños crecen en medio de conversaciones sobre el evangelio, aprenden a iniciarlas ellos mismos.

Reflexión final

Si estás leyendo esto y piensas que estás agotada y que Jesús no te parece “buenas noticias” en este momento, no estás sola. Yo he estado ahí. El ministerio es difícil. La vida es pesada. Hay temporadas en las que el gozo se desvanece, pero no tenemos que quedarnos atrapadas.

Pídele a Jesús que restaure tu gozo, que ablande tu corazón. Deja que Él te llene para que puedas desbordarte hacia tus hijos, tu iglesia y tu comunidad.

Recuerda: Dios no nos necesita, pero decide usarnos. Eso incluye nuestras versiones cansadas y abrumadas. ¡Qué gozo saber que podemos unirnos a Él en lo que está haciendo!

Así que, quítate la presión. Tu trabajo no es salvar a tus hijos ni a nadie más. Tu trabajo es ser fiel: hacer a Jesús real y conocido en tu hogar y confiar en Él para lo demás.

Él es fiel, y lo hará.


Published agosto 18, 2025

P.S. Get our best content in your inbox

We send one email per week chock full of articles from a variety of Send Network voices.

  • Este campo es un campo de validación y debe quedar sin cambios.